Israel y Hezbollah enfrentan desafíos para implementar un alto al fuego sostenible en un escenario de tensiones históricas.
El enfrentamiento actual entre Israel y Hezbollah se remonta a décadas de tensiones, exacerbadas por el ataque de Hamás en octubre de 2023, que marcó el inicio de esta nueva fase de hostilidades. Desde entonces, los intercambios de fuego en la frontera han causado más de 3,500 muertes en el Líbano y desplazado a más de un millón de personas, mientras que Israel ha registrado al menos 70 muertos y el desplazamiento de decenas de miles de ciudadanos en sus comunidades del norte.
La resolución 1701, implementada tras la guerra de 2006 entre Israel y Hezbollah, debía garantizar una zona libre de milicias armadas en el sur del Líbano. Sin embargo, nunca se logró su cumplimiento total. Hezbollah continuó operando en la región y reforzando su arsenal militar, mientras Israel mantuvo vuelos militares sobre el territorio libanés y no cedió el control de algunas áreas disputadas.
La propuesta de un cese al fuego entre Israel y Hezbollah ha generado expectativas y dudas en igual medida. Este acuerdo, basado en la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, busca establecer una zona desmilitarizada en el sur del Líbano, donde sólo operarían el ejército libanés y las fuerzas de paz de la ONU (Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano). A pesar de la urgencia de detener la violencia, las posturas de las partes involucradas reflejan profundas desconfianzas y agendas estratégicas.
Dicha propuesta contempla un período de dos meses de tregua. Durante este tiempo, las fuerzas israelíes se retirarían del territorio libanés mientras Hezbollah cesaría sus actividades armadas en la frontera. Además, se planea reforzar el contingente de UNIFIL de 10,000 a 15,000 efectivos y aumentar la presencia del ejército libanés en la región, de 4,000 a 15,000 tropas.
Sin embargo, las dificultades son notorias. Israel exige mantener su libertad para responder militarmente ante cualquier violación de la tregua, un punto que Hezbollah y el gobierno libanés consideran una amenaza a la soberanía nacional. Al mismo tiempo, Hezbollah condiciona su compromiso con el alto al fuego a una tregua simultánea en Gaza, donde Israel mantiene intensas operaciones contra Hamás.
La mediación de Estados Unidos, encabezada por el enviado especial Amos Hochstein, busca aprovechar el marco de la resolución 1701 para alcanzar un acuerdo sostenible. Hochstein calificó el posible cese al fuego como “una oportunidad al alcance”, aunque reconoció que será necesario asumir compromisos adicionales para garantizar su implementación.
El plan enfrenta escepticismo. Israel insiste en poder intervenir si Hezbollah viola la tregua, mientras que los líderes libaneses temen que esto perpetúe una ocupación encubierta. Paralelamente, las tensiones en Gaza dificultan un acuerdo integral, ya que Hezbollah condiciona su desmovilización a un alto al fuego en el enclave palestino.
¿Se trata de una paz duradera o una paz estratégica? La tregua propuesta tiene el potencial de evitar una escalada mayor en la región, pero su éxito dependerá de la voluntad política de ambas partes y del respaldo internacional para garantizar el cumplimiento de los acuerdos.
El historial de conflictos en Medio Oriente y la fragilidad de los pactos previos dejan en claro que este no es solo un paso hacia la paz, sino también una prueba de la capacidad global para manejar crisis complejas y multifacéticas. Si bien el cese al fuego podría aliviar el sufrimiento inmediato, la implementación de la resolución 1701 y el desarme de Hezbollah plantean interrogantes sobre la viabilidad de una paz duradera. ¿Será este el inicio de un nuevo capítulo para Medio Oriente o un simple respiro en un conflicto interminable?