El regreso a la Casa Blanca: La política de “América primero” y el plan republicano hacia el conflicto de Oriente Medio.

Donald Trump ha regresado a la presidencia, generando gran expectativa en cuanto a su enfoque hacia Medio Oriente.

Por Paz Zubillaga

Durante su primer mandato, Trump adoptó una postura enérgica en la región, concretando acuerdos históricos de normalización de relaciones entre Israel y varios países árabes, conocidos como los “Acuerdos de Abraham”, y tomando decisiones controvertidas, como la retirada del acuerdo nuclear con Irán y el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. Su reelección plantea un posible retorno a este enfoque basado en presiones económicas y alianzas bilaterales, que busca estabilizar la región al tiempo que defiende los intereses estadounidenses.


Aunque su estrategia aún no ha sido presentada formalmente, se anticipa que Trump mantendrá su línea dura respecto a Irán, con el objetivo de limitar sus capacidades nucleares mediante sanciones económicas y presión diplomática. Además, ha reiterado su apoyo incondicional a Israel, prometiendo fortalecer las alianzas que considera vitales para la seguridad de Estados Unidos en Medio Oriente. Sin embargo, su enfoque se percibe con cierta cautela entre los críticos, que temen una escalada de tensiones debido a su estilo directo y a veces hostil. Trump, por su parte, asegura que esta firmeza es precisamente lo que ha permitido lograr acuerdos y mantener la influencia de Estados Unidos en una región históricamente volátil.


¿Cuál hubiese sido el plan de Kamala Harris, su contrincante demócrata? La derrota de Kamala Harris marca un retroceso para el Partido Demócrata en su búsqueda de una estrategia más diplomática y multilateral en Medio Oriente. Harris, quien apostaba por retomar la cooperación internacional y restaurar la participación de Estados Unidos en acuerdos como el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) con Irán, representaba una opción que buscaba rebajar las tensiones a través de la diplomacia y la colaboración con la comunidad internacional. Su visión pretendía restablecer la confianza de los aliados de Estados Unidos y adoptar un enfoque más equilibrado en el conflicto israelí-palestino, manteniendo el apoyo a Israel, pero promoviendo también un espacio para los derechos palestinos y la búsqueda de una solución de dos estados.

Con la victoria de Trump, las ideas de Harris no se materializarán en políticas durante los próximos cuatro años, pero siguen resonando dentro del Partido Demócrata, que, desde la oposición, podría presionar por un enfoque más inclusivo y centrado en los derechos humanos en la región. A largo plazo, su candidatura ha consolidado un ala del partido que ve con recelo las políticas intervencionistas y que aboga por una mayor colaboración con organismos internacionales como la ONU. Harris enfatizó la necesidad de reconstruir la imagen de Estados Unidos como un mediador neutral y respetuoso de los acuerdos internacionales, algo que contrasta marcadamente con el estilo más unilateral de Trump.

Ambos candidatos presentaron indudablemente diferencias en el enfoque tanto hacia Irán como el conflicto israelí-palestino. Uno de los temas de mayor divergencia entre Trump y Harris ha sido el manejo del conflicto con Irán. Mientras Trump optó por retirarse del acuerdo nuclear y aplicar sanciones severas, lo cual debilitó la economía iraní pero también intensificó las tensiones, Harris defendía un regreso al JCPOA, con el objetivo de frenar el desarrollo nuclear de Irán sin recurrir a la confrontación económica. Esta postura reflejaba una estrategia de contención diplomática que, según Harris, podría reducir el riesgo de una carrera armamentística en la región y evitar el aislamiento total de Irán, lo que habría beneficiado a sectores más moderados en el gobierno iraní.

Respecto al conflicto israelí-palestino, Harris había prometido un enfoque más balanceado. A diferencia de Trump, quien mantuvo una postura de apoyo casi incondicional hacia Israel, Harris intentó posicionarse como una figura capaz de actuar como mediadora. Sin desatender la relación histórica con Israel, Harris defendía el derecho de los palestinos a un Estado propio, sugiriendo que la solución de dos estados era esencial para una paz duradera. Este enfoque se alejaba del respaldo unilateral de Trump hacia las decisiones del gobierno israelí, como los asentamientos en Cisjordania, que han sido ampliamente condenados por la comunidad internacional.

¿Qué podemos esperar del recientemente electo presidente Trump? Se anticipa un período de tensiones en la política exterior estadounidense, donde su administración buscará imponer su influencia en Medio Oriente a través de medidas contundentes. En este contexto, la Casa Blanca podría volver a enfrentar una fuerte oposición por parte de líderes internacionales y defensores de derechos humanos, que critican las tácticas de sanciones económicas por afectar principalmente a la población civil. Sin embargo, Trump parece decidido a avanzar con su estrategia de presión, con la expectativa de que este enfoque obligue a los gobiernos de la región a negociar en términos favorables para Estados Unidos.


Por otro lado, los demócratas podrían utilizar los próximos años para fortalecer sus propuestas de política exterior desde el Congreso, buscando limitar los poderes de la administración para actuar de forma unilateral. A pesar de la derrota de Harris, sus ideas en torno a la necesidad de una diplomacia más inclusiva y de la colaboración internacional siguen resonando entre los sectores progresistas del partido. Su candidatura deja un legado que podría influir en futuros candidatos demócratas que busquen replantear el papel de Estados Unidos como mediador en el escenario mundial, especialmente en una región tan compleja como Medio Oriente.


Sin embargo, Trump se ha mostrado determinado hacia la resolución de la causa, a contraposición de su opinión de otros asuntos internacionales como seria la OTAN. Trump ha mostrado un escepticismo constante hacia la OTAN, cuestionando la contribución financiera de sus aliados y sugiriendo que Estados Unidos asume una carga desproporcionada en la defensa europea. En su regreso a la presidencia, esta postura podría afectar la coordinación internacional en Medio Oriente, ya que Trump prefiere los acuerdos bilaterales y un enfoque de «América primero», que limita el rol de Estados Unidos en compromisos multilaterales. Al reducir su apoyo a la OTAN, Trump busca una política exterior más independiente y menos dependiente de las alianzas tradicionales, priorizando los intereses directos de Estados Unidos sobre la estabilidad en la región mediante coaliciones amplias.

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